LA PARED DE CRISTAL
Al parecer, nada ha cambiado. El espacio continúa dividido en sectores estancos y sectores privados. A este lado, la pasividad satisfecha; a este otro, la revelación divina. El sacerdote imparte la ceremonia y el público vibra con los dogmas. ¡Como siempre! Yo también jugaba con Joe Strummer, hace tiempo, y estos locos sólo han cambiado las formas. No hay nada nuevo bajo la luna de los grandes acontecimientos. Elvis, aquí mismo, estaría muy satisfecho.
“George, me gustaría que le echaras un ojo al cuarto de jugar de los niños”. Así comienza La sabana, un maravilloso cuento de Ray Bradbury. Atendiendo la petición, George se convierte en un curioso explorador que debe responder a una pregunta amenazante: ¿Qué diablos pasa en el cuarto de jugar de los niños? ¿Por qué África, ahí mismo? ¿Por qué esas fieras y ese olor penetrante a sangre y a muerte?
La metáfora del explorador, del antropólogo, resulta entonces muy generosa. Yo mismo, por ejemplo, como George Hadley, observo a los nativos enanos (no tan enanos a veces) y tomo notas. Lo primero, situarse frente al grupo de los elegidos: Zenit song lyrics, Alcorcón rap y el telescopio natural de las estrellas, reduccionista y etnocéntrico. A tomar en cuenta: cierta cadena de afectos. Una cosmología extraña y una nueva interpretación de las calles, a las puertas singulares del infierno.
Imagino a mis nativos como a los hawaianos que recibieron al capitán James Cook, allá por el año 1779. Zenit sería el mismísimo Cook, el dios Lono, y el concierto la gran ceremonia Makahiki, el renacimiento anual de la naturaleza, la llegada desde el escenario de la divinidad de turno ataviada con su correspondiente atuendo tapa, broncoestilo y piel de pájaro, siguiendo la dirección de las agujas del reloj, desfilando orgulloso por los recovecos de la isla.

Si a Cook le falló el mástil (tuvo que volver a la isla, al escenario, cuando no le correspondía, lo que acabó costándole la vida) a Zenit, en cambio, todo le va viento en popa. Está en su casa y no resulta un extraño para los nativos; todo queda en familia.
Yo, en cambio, recojo mis bártulos y abandono la partida; ya he visto demasiado y, además, éste no es mi juego. No me arriesgo, ni quiero que me ocurra como a Hadley. En ocasiones, la pared de cristal se quiebra y aquello que parece un espejismo cobra vida inesperada. Las fieras están ahí y sólo desde afuera, conjurándolas, podemos llegar a comprenderlas. El juego de los niños no es el juego y, a este lado, entre herramientas y sombras, aún estamos a salvo.
1 comentario
pini -
todos de vuelta.